“No nos llames, nosotros te llamamos”

El derecho al trabajo es de todos sin discriminación alguna, según lo estipulado en nuestra carta magna y es protegido por el Estado, ya que este debe darse con garantías e igualdad, como lo dice la Constitución Política de Colombia, en el Artículo 25: “El trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas”.
Durante los últimos años este derecho ha estado vulnerado en la población en general, ya que en muchas ocasiones las condiciones laborales no son las mejores o simplemente no hay las suficientes vacantes para todos aquellos que están en edad de ser productivos y en búsqueda de un trabajo.
Ahora bien, esta búsqueda es una de las tareas más engorrosas que tenemos día a día. Nos levantamos con las esperanzas puestas en que ese es el gran día que saldremos con un puesto, que tendremos una oportunidad. Cuando buscamos trabajo lo primero que pensamos es ¿Qué haré con mi primer millón?, como dice la canción de Bacilos, y empezamos a soñar, pero para llegar a soñar la primera cosa que se hace es buscar una bolsa de empleo que se ajuste a nuestras expectativas, y allí empieza la cosecha de más ilusiones que certezas.
Al llegar nos recibe una señorita muy bien vestida, por cierto. Revisa el documento, lo deja en el escritorio y dice: “luego nos comunicamos con usted”. Entonces salimos llenitos de esperanza, pero pasan los días y nada, volvemos a empezar.
A quien no le ha pasado, cuando por fin el teléfono suena y es la cita para la tan anhelada entrevista, esa noche no dormimos de la emoción, usamos la mejor pinta, tratamos de vernos lo mejor posible y salimos con una sonrisa de oreja a oreja porque vamos a arrasar ese día. Llegamos y lo primero que vemos es que no somos los únicos.
Nos atiende otra señorita, nos hace sentir como en casa y viene la segunda frase, la más conocida por todos: “no nos llames, nosotros te llamamos” y entonces nuevamente nos enfrentamos a la cruda realidad, salimos cansados, tristes y con las ilusiones a medio romper. Empezamos a pensar “¿sería que no le gustó mi pinta”, “no dije las palabras correctas”, “¿Me faltó o me sobró algo?”, “No contesté lo que era o hablé de más”, “¿cuál es la razón por la que no me contratan o por la que no me llaman?”.
Pero estas no son las únicas frases que se escuchan para no permitir el ingreso al empleo, también tenemos las conocidas “está sobre calificado” o también “le falta más estudios” o “su perfil es bueno, pero por ahora no hay una vacante que se ajuste a usted”. Cuando hablamos del sueldo dicen “su perfil es bueno, pero el sueldo no se ajusta a su experiencia y estudio” y entonces salimos cabizbajos y meditabundos, pensando “esta no es mi oferta”, “me arreglé para nada” o simplemente ya no tiene más esperanza para seguir y luchar, pues las puertas se van cerrando.
Ahora pensemos en las personas con discapacidad visual que tienen aún mayor exigencia dentro del mercado laboral. Por un lado, está que en muchos casos no tienen la preparación educativa para ejercer ciertas labores y es allí cuando se les dice que deben especializarse más. Cuando tienen los títulos, les dicen que su experiencia no es suficiente y, si no la tienen, es aún peor porque no les dan la oportunidad de tenerla.
Cuando tienen todas las especificaciones del cargo la respuesta suele centrarse en el tipo de discapacidad que la persona tenga y el empresario se cuestiona “¿qué tan accesible es el sitio donde el trabajador va a desarrollar sus actividades diarias?” y entonces desiste de contratarlo, bien sea por que la capacidad de adaptar el sitio al trabajador no se logra o simplemente porque no quiere. Si pensamos en el empleo público, las páginas y documentos no son accesibles y por lo tanto las personas no pueden acceder a presentarse a una vacante en este sector.
Ahora bien, “en la casa de los ciegos”, citando a nuestro director Carlos Parra Dussan, tenemos compañeros ciegos que desarrollan sus actividades con ahínco y experticia y entregan su fuerza del trabajo a esta institución que les permite crecer no solamente en el ámbito profesional sino personal.
Este es un llamado a los empresarios a no tener más pretextos. Revisen sus bancos de hojas de vida, tomen él teléfono y llamen a nuestros ciegos que esperan por una oportunidad para enaltecer a sus empresas. Denles la oportunidad de su primer trabajo, teniendo así una mejor participación en los diferentes procesos productivos que tiene el país. No es una tarea fácil, pero no es imposible.
Recuerde, señor empleador, que contratar a una persona con discapacidad le demostrará las capacidades y destrezas de un ser humano para ser mejor cada día y también le dará puntos adicionales cuando realice licitaciones. Sepan que al contratar a una persona con discapacidad no solo están coadyuvando a un sector de la población que ha estado históricamente en condiciones de pobreza, sino también al país, ya que su fuerza de trabajo es ejemplar.
Aunque estos esfuerzos no son suficientes el Instituto Nacional para Ciegos –INCI seguirá trabajando por la población con discapacidad visual en pro de la mejora de sus condiciones y calidad de vida, sin discriminación alguna; un trabajo mancomunado por las instituciones y por la inclusión y que la próxima vez sea un “te llamamos, ven a trabajar con nosotros”.
Autor:
María Helena Cruz
Atención al Ciudadano
Instituto Nacional para Ciegos - INCI