Las últimas señales que no quise interpretar

blanco y negro una pareja de esposos junto a un niño y una niña, el niño y el señor visten un traje oscuro camisa blanca y corbatín, mientras la niña y la esposa visten de blanco

A veces, las señales están ahí, claras como la luz del día, pero el corazón se niega a verlas. En esos silencios y gestos, mi madre me habló sin palabras, dejando mensajes que no quise interpretar. Esta es la historia de una despedida anunciada, donde el amor y la negación se entrelazan en un último adiós.

Quienes siguen mis programas musicales, así como quienes leen mis artículos, deben recordar que fue mi madre quien hizo posible que aprendiera mucho sobre la historia de la música. No es ninguna sorpresa para ustedes, entonces, que una vez más escriba un texto relacionado con ella. Aunque nunca fui un niño engreído ni faldero, siempre mantuve una relación profunda con ella, y me sirvió de referencia en muchas situaciones a lo largo de mi vida.

En esta oportunidad, quisiera compartir con ustedes una serie de eventos que ocurrieron meses previos al fallecimiento de mi madre, y algunos pocos después de tan lamentable acontecimiento para la familia. Lo curioso de estos hechos es que nunca estuvieron alejados del ámbito musical.

Recuerdo que en marzo de 2015 mi madre fue internada de emergencia en el hospital Barton Thompson, ubicado en la Provincia Constitucional de el Callao, Lima, Perú. Fueron momentos muy difíciles para toda la familia, y, sinceramente, yo me sentía muy decaído anímicamente.

Hospital Alberto Leopoldo Barton Thompson, el edificio es blanco el texto del nombre está en azul y en la parte superior hay una imagen de una mujer y un hombre junto a dos niños a la derecha hay un letrero en ezul que dice EsSalud

A lo largo de esos primeros meses del año, sentí muchas señales de una despedida anunciada por parte de mi madre. Quizá quien lea esto piense distinto, pero han pasado diez años, y creo tener razones para compartir estos argumentos con ustedes.

El 4 de marzo de 2015, cuando mi madre cumplió 69 años y mientras se encontraba internada en el Hospital Barton de el Callao, tuve el honor de entrevistar a dos integrantes de Los Yorks, una banda que le gustaba mucho; ellos le enviaron saludos por su cumpleaños y se ofrecieron a visitarla, aunque no fue posible porque ella fue dada de alta pocos días después.

con camisa blanca en una foto antigua están los Yorks

Días después, mi madre fue internada nuevamente en el hospital Barton, mientras yo debía presentar el festival “Las Nuevas Caras del Rock Peruano” en el centro comercial Minka en el Callao. Este evento, que había ganado muchos seguidores, era plataforma para nuevos artistas, algunos de los cuales hoy ya no continúan, mientras otros siguen firmes en la escena.

En una visita al hospital mi madre me dijo: “dale con todo hijo mío que yo voy a estar desde esta cama escuchando a las bandas.” Obviamente eso no era posible en cuestiones teóricas y racionales, pero en la metáfora y el sentimiento sabemos que sí.

Llegó el día del festival y estaban Dilzen, Estéreocósmica, Paramusicales, Kikasban y Caoba. El centro comercial queda justo frente al hospital donde mi madre estaba internada. Yo no solo era el productor del evento, sino también el presentador, como siempre, presentando banda por banda.

Ya tenía mucha experiencia en este tipo de trabajos, pero sentía el corazón latir a mil por hora y los nervios recorrer mis venas. Todo salió muy bien, y al final del evento, con la voz casi quebrada, le envié un saludo a mi madre, agradeciéndole por todo y deseándole pronta recuperación. El aplauso del público fue unánime, y los músicos se acercaron a abrazarme mientras las lágrimas caían por mi rostro.

Mi madre me contó luego que una enfermera le había dicho que estuvo en el festival antes de entrar a su turno, y que le gustó mucho la música de las bandas. Además, emocionada, le comentó que se había tomado una foto con el organizador: nada menos que el “Doctor Rock”. Mi madre, muy suelta de huesos, le respondió: “Bueno, hija, ese muchacho es mi hijo”. Días después, cuando fui a visitarla, la enfermera me reconoció, me saludó con entusiasmo y me dijo que lamentablemente la foto se le había perdido. Aun así, le quedó el recuerdo de haberme conocido y el orgullo de haber cuidado a mi madre durante su estadía en el hospital.

El día del festival la gente de radio cubil me haría una entrevista al final del evento y cuando se apagaron las cámaras El joven entrevistador me dijo: “debe ser muy difícil para ti estar haciendo esto y que tu madre esté en el hospital de enfrente”. Yo le respondí: Así es muchacho, pero El Show debe continuar.

Cuando mi madre fue dada de alta casi a fines de marzo lo primero que pidió es abrazar a sus hijos y dormir con ellos. Además, quería música porque eso la hacía sentir muy bien.

walkman con audífonos

En los meses siguientes, mi madre le dio a mi hijo muchas recomendaciones sobre cómo escuchar la música con el corazón y disfrutarla de verdad, para que, cuando llegara el momento de su debut como baterista, lo hiciera con alma y entusiasmo. A mi hija la alentaba con ternura en sus bailes y en los dibujos que realizaba con tanta pasión. Me decía con firmeza: “Tus chicos son muy talentosos, definitivamente son artistas… su camino ya está trazado”.

La música y nuestras charlas sobre ella se volvieron más intensas durante esos meses. Las anécdotas iban y venían, como si quisiéramos atrapar el tiempo. Pero junto a esos momentos compartidos, también crecía el dolor: el de mi madre, cada vez más evidente por el avance del cáncer, y el nuestro, al verla apagarse poco a poco sin poder hacer más que acompañarla.

El lunes 17 de agosto, a mi madre le administraron su primera quimioterapia. La mamá Blanca volvió a casa visiblemente débil y agotada, con el cuerpo cansado, pero aún con esa ternura silenciosa que siempre la acompañó.

Dos semanas antes de ese día, soñé con mi madre en un jardín lleno de flores hermosas, como las que tanto le gustaban —aunque pocos sabían de ese gusto por las flores, estaba sentada en un sillón, dentro de una cabaña sin piso, rodeada de bancas, una fuente, y un viejo tocadiscos que reproducía vinilos de todas las épocas. Al acercarme, me miró y me dijo: “Nunca, pero nunca, hijo mío, te olvides de tu madre. Cada vez que escuches una canción de las que hemos disfrutado juntos, acuérdate de mí. Así seas tú el Doc… yo soy la mamá del Doc, ja, ja, ja”. Desperté asustado y con una angustia inexplicable en ese momento. Hoy, con el paso del tiempo, entiendo que fue otra señal de despedida que no supe interpretar.

dentro de una cabaña, hay varias bancas, flores en todo el lugar, en la cabaña no hay piso,

Esa noche, en una conversación pausada y llena de silencios elocuentes, mi madre dejó sentir que no estaba segura de continuar con el tratamiento. Con sus palabras, me dio a entender su agradecimiento profundo hacia mis amigos músicos por el cariño que me tenían y por haberla hecho sentir parte del mundo del Rock Peruano —incluyendo el Pop, el Reggae y otros estilos.

Había compartido momentos con varios artistas, tanto legendarios como emergentes, que en más de una ocasión visitaron nuestra casa. Y siempre decía con entusiasmo: “Esto es vida… y como dice mi hijo: ¡que viva el rock peruano!”.

varios vinilos de diferentes generos, en primer plano hay uno sin caratula

Al día siguiente, martes 18 de agosto, se estrenaba una nueva temporada del programa Jammin en un canal de señal por cable, y el primer invitado sería nada menos que el grupo de rock Amén. 

Al saberlo, mi madre me pidió —con una mezcla de emoción y fragilidad— que le acomodara bien el televisor y también su almohada, para poder disfrutar desde su cama del concierto de esta banda peruana que tanto admiraba.

Terminado el concierto, mi madre dijo: “Marcelo y los chicos Fabulosos, como siempre, son lo máximo y me encanta su música. Por favor, hijo, cuando los veas en persona, dales saludos de mi parte y agradéceles por tan buena música.”

 

Mi madre me dijo: “Ahora sí puedo descansar, después de tan buena música.” Esa frase quedó grabada en mi corazón y, aunque han pasado 10 años desde su fallecimiento, todavía la siento muy presente.

Al día siguiente, miércoles 19 de agosto, alrededor de las 8:30 a.m., mi madre sufrió un infarto fulminante y no despertó jamás. Con el tiempo comprendí esa frase; la mamá Blanca se fue escuchando lo que más amaba: música que a ella le gustaba.

Justo antes de que el cuerpo de mi madre partiera hacia el velatorio, ocurrió algo que escapa a toda razón. Me acerqué para darle un beso, abrí mis ojos y, por un instante fugaz, pude ver su rostro —una imagen que trajo un miedo profundo, y que estremeció mi ser. Los cerré nuevamente y, como siempre, la oscuridad me envolvió; mi ceguera, fiel compañera, reapareció. Quizás ese instante fue un último susurro de despedida entre la luz y la sombra.

Días después del fallecimiento de mi madre se estrenó la película Avenida Larco, del grupo Frágil. No pude asistir; me sentía demasiado vulnerable y sabía que, al encontrarme con mis amigos músicos, solo querría llorar frente a ellos. Preferí ausentarme, respetando la importancia que ese momento tenía para Frágil.

Después de unos días regresé a mi programa de radio en Orson Welles, donde el gran Pico Ego Aguirre me dio una sorpresa: llegó a mi programa y tocó Still Got the Blues de Gary Moore, la canción favorita de mi madre, dedicándosela con mucho cariño. El maestro Pico dijo: “Para Blanquita, con todo mi cariño.”

edificación de color gris azul y rojo se resalta en las secciónes de rojo los siguientes textos en el centro instituto superior Orson Welles a la derecha sobre otra sección en rojo está otro texto también en color blanco que dice Carreras profesionales ingeniería de sonido y producción musical

En septiembre yo tenía que organizar un concierto en el Bar “La Noche de Barranco”, en el cual los muchachos de Paramusicales le dedicarían una canción a mi madre, Me refiero a Caminata de Meditación una canción que a mi vieja le encantaba.

En alguna reunión meses después Julio Andrade cantaría Ángel de la Guarda un clásico de sus canciones, y se la dedicaría también a mi madre.

El 6 de marzo de 2016, The Rolling Stones dieron un concierto único en Lima, Perú, dos días después del cumpleaños de mi madre. Yo no pude asistir, pues decidí no comprar entrada; no tenía a mi lado a mi gran compañera de rock and roll, a quien le había prometido llevar a ese concierto si alguna vez los Stones llegaban a Lima. Aunque ella era fan de The Beatles, siempre me decía: "Tenemos que ir, aunque esté adolorida, iremos juntos como en los viejos tiempos."

 The Rolling Stones en Perú en el centro está Mick Jagger saltando, a la derecha Keith Richards sonríe al fondo en la batería Watts

Mi padre siempre fue un hombre muy callado y lo sigue siendo. Nunca le gustó el rock, ni los rockeros, pero cada vez que escucha Still Got the Blues de Gary Moore se pone nostálgico y dice en voz baja que esa canción le recuerda a su esposa. A veces incluso pide escucharla. Ese momento me llama mucho la atención porque revela la profunda nostalgia que siente por su compañera de toda la vida.

Como podrán ver la música siempre ha estado tanto en la vida como en la muerte de mi madre en los buenos y en los malos momentos y así es como la recordaremos siempre con música con sus canciones.

Mi madre fue cremada, y mi querido hermano Quike me hizo una descripción detallada del lugar donde esperábamos sus cenizas. Para mi sorpresa, al escucharlo, recordé mi sueño: un jardín lleno de flores, con portales y una fuente, exactamente como lo había soñado. También vino a mi mente la imagen de mi madre en aquel sueño: su rostro era juvenil, sereno, lleno de luz. Y comprendí que no era el rostro del presente, marcado por los años y la enfermedad, sino el de su esencia, el de su alma en paz, lista para partir.

Hace unas semanas atrás mi gran amigo y mi hermano de ruta Marcelo “cantante y líder del grupo Amén” me hizo escuchar una canción que le compuso a mi madre después de su fallecimiento, y sentí automáticamente como la canción se introducía en mi corazón y me llenaba de una emoción indescriptible. Estreché las manos de Marcelo y me dije: muchas gracias, mi hermano a lo que él respondió: no tienes porque Chicho, es con mucho cariño.

marcelo del grupo Amén sostiene una guitarreen sus manos

Por eso, a diez años de su partida, quería compartir con todos ustedes lo que su amigo de siempre, el Doc, sigue sintiendo hasta hoy. Esta son las últimas señales que no quise interpretar, una historia de amor, despedida y música que aún resuena con fuerza en mi memoria y con profunda gratitud por todo lo que hiciste por mí. Porque, como tú decías, “algún día llegaras muy lejos”, y eso fue gracias a tu dedicación, entrega y la confianza que siempre tuviste en mí. A tu memoria, querida mamá Blanca.

 

sobre un fondo amarilla en primer plano el Doc Braulio Mogollón

Braulio Mogollón "El Doc Rock"
Musicólogo y Disc jockey INCIRadio

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