Una historia virtual para leer

Enrique King
Coordinador de la Biblioteca Virtual para Ciegos de Colombia
Usted está leyendo esto y esto es real, pero también es virtual. Lo virtual no necesariamente es lo opuesto a lo real, porque lo real también puede ser invisible.
Usted está leyendo esto y tal vez lo esté haciendo con sus ojos; quizá esté utilizando algún medio electrónico que le permita conocer lo que quiero comunicarle; posiblemente lo esté haciendo en compañía de alguien o algo que lea por usted, porque no puede directamente acceder al texto impreso. Pero en cualquier caso esto que lee es real, nadie lo podría negar.
Quiero contarle de un personaje real, a quien conozco hace varios años y que será el protagonista de este artículo. Reservaré su verdadero nombre y le llamaré José María o María José, porque no quiero que su género condicione la imagen que quiero transmitirle.
Sus ojos nunca vieron y lo más probable es que nunca lo hagan. En varias oportunidades hablamos sobre la percepción que tiene del mundo y por más que lo intento, sé que nunca voy a poder comprender en su exacta dimensión cómo lo percibe. Para mí, su sensación del mundo encaja a la medida con la idea que tengo de “lo virtual”.
Como inicié, insisto, usted está leyendo esto y esto es real a pesar de ser virtual. Lo virtual no necesariamente es lo opuesto a lo real, porque lo real también puede ser invisible a los ojos. En mis conversaciones con José María y María José han discurrido temas como el esplendoroso color de las nubes al atardecer, el emocionante espectáculo del sol ocultándose en el horizonte, la imponencia de un volcán en erupción o del majestuoso salto de las ballenas en el océano. Y todo eso para María José o José María es, virtual.
Aunque parezca un contrasentido, lo virtual es lo que existe aparentemente y no es real, pero existe. De ahí que podamos decir que existe la realidad virtual.
Hace más de treinta años conozco a José María, y con María José vivimos en ese mundo, sin celulares ni computadores, en el que compartimos la lectura de buenos libros, libros reales, porque no cabía en nuestra mente en ese entonces la idea de un libro virtual.
A pesar de no tener una discapacidad visual, aprendí a leer en braille. Me emocionaba mucho poder extraer al tacto, las ideas de las páginas llenas de puntos, pero eran páginas reales, páginas de papel. Pero hoy, muchos años después, comprendo la importancia de tener documentos en un medio virtual y no solo en papel.
Hoy María José, que sigue su tránsito por ese mundo virtual desconocido para mí, en el que no sé cómo es su imagen de la vía láctea, tal como para mí es imposible tener una idea clara de un agujero negro, puede acceder a los servicios que ofrece una biblioteca real pero virtual.
Hoy José María, quien seguirá viviendo en ese fantástico mundo virtual incógnito para mí, tiene todo un universo de información a su disposición a través de los libros virtuales. Y más allá de cómo sea su idea del revolotear de una bandada de pájaros o las crestas de las olas del mar, sé con total seguridad que puede disfrutar del placer de leer y conocer más ese mundo desconocido para sus ojos, pero real a través de lo que una Biblioteca Virtual pone al servicio de su saber.