Reflexiones sobre exclusión

Hace años tuve la oportunidad de asistir a un foro educativo organizado por el Ministerio de Educación Nacional en la ciudad de Cali, en el cual el tema principal era la inclusión de estudiantes con discapacidad al aula regular. Lo que más recuerdo de las numerosas discusiones y propuestas es la intervención de un profesor, ya de edad y experiencia, quien preguntó a la mesa directiva algo que nunca voy a olvidar: "¿Cómo vamos a crear una escuela incluyente en medio de esta sociedad excluyente en la que vivimos?"
La verdad no recuerdo lo respondido por los expertos ese día. Pero estoy seguro que a la fecha no hay una respuesta clara a este interrogante que apunta a complejos fenómenos sociales y sobre todo al análisis del comportamiento individual de los colombianos que por tradición hemos manejado esquemas de valores basados en las clases sociales heredadas del colonialismo español, donde los blancos ricos y “perfectos” han sido la clase alta, y los demás nos hemos ido ubicando en clases según nuestra apariencia (principalmente), origen étnico, apellido, capacidad de intimidar a otros, o similar. Pocas veces, infortunadamente, por aspectos como el nivel educativo, el comportamiento cívico ejemplar o los valores personales positivos.
En este panorama es muy difícil que los "no convencionales", "diferentes", "raros", “igualados” y demás, sean posibles de clasificar en una categoría que supere los prejuicios e imaginarios compartidos por el resto de la sociedad. Ahí es donde los “discapacitados”, homosexuales, y desfigurados entre otros, difícilmente cuadran en niveles y estándares altos de la sociedad.
No es claro un panorama que pueda permitir el desarrollo de actitudes de tolerancia en nuestro país. No se enseña en las escuelas, no se practica en los hogares, no se usa en la calle. Hay leyes pero no hay una cultura de la tolerancia hacia el diferente. No podemos esperar que las nuevas generaciones empiecen a mostrar otras actitudes que permitan la convivencia en la diversidad.
Los discursos sí se escuchan en los múltiples eventos sobre el tema, donde se presentan leyes, proyectos, campañas, un sin número de buenas intenciones que pierden validez en cuanto acaba el formalismo, solo a la salida del evento, donde todos vuelven a su status, al cual difícilmente están dispuestos a renunciar, o del que difícilmente pueden salir.
La complejidad está relacionada con “relaciones de mismidad y alteridad”, término de uso propio y personal basado en planteamientos del autor Carlos Sclliar (1) , donde las buenas intenciones se conviertan en nuevas percepciones (empatía) de lo que es el otro, a partir de nuevas formas de acercamiento y conocimiento humano, de modo que permita superar la categorización social que automáticamente hacemos en la cotidianidad, basada en estereotipos de medios masivos de comunicación lo que en una fracción de segundo nos clasifica en lo de siempre, e interpone esa barrera que queríamos derribar.
Entonces el lector dirá que con este panorama no tenemos esperanzas de construir una sociedad verdaderamente incluyente… Bueno, no es sencillo proponer una solución tan compleja, pero es necesario que además de las personas que han hecho CONCIENCIA del asunto debido a que han sido excluidos de alguna manera, también los “exclusores” cotidianos y los partidarios (promotores de alguna forma de exclusión) de las sociedades estratificadas, no igualitarias e injustas reconozcan (HAGAN CONCIENCIA) que somos una especie privilegiada en un planeta privilegiado y que nuestra “gran inteligencia” está fallando en la construcción de una sociedad y una cultura viables, centrada exclusivamente en asuntos económicos y tecnológicos que no pueden responder por si solos a nuestra esencia integral como seres humanos.
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Luis Ignacio Maya
Profesional de Asistencia Técnica
[1] Scliar, C. (2007). “La Pretensión de la Diversidad o la Diversidad Pretenciosa” (sin editorial)