Personas con discapacidad: ¿Un gancho mediático?

Durante muchos años, hablar de las personas con discapacidad generaba diferentes sentimientos entre los interlocutores, desde la sensación de lástima, de impotencia, de incomodidad o incluso de repulsión, ésta mezcla de sentimientos fue aprovechada por muchos medios de comunicación, los cuales fortalecieron ese paradigma de que las personas con discapacidad eran incapaces de llevar una vida perfectamente normal, generando simpatía por el medio y por la noticia más que por las personas en sí.
En una sociedad en la que los medios de comunicación están plagados por escenas mórbidas y repletas de información negativa es normal encontrar referencias a las personas con discapacidad con términos como: ‘pobrecito’, ‘incapaz’, ‘incapacitado’, ‘limitado’ o ‘discapacitado’, o referirse a ellos anteponiendo ideas como: ‘a pesar de su limitación logró’; palabras y frases que fueron usadas por mucho tiempo y ayudaron a disminuir las expectativas de más de una persona en el país.
Hoy, este paradigma y este lenguaje está quedando atrás. Ahora se trabaja por construir una nueva realidad con los medios: el lenguaje inclusivo. Refiriéndose al uso adecuado de palabras, nombres, referencias y sobretodo de mensajes que fortalezcan y empoderen a las personas con discapacidad.
Es un proceso largo, cambiar el lenguaje no pasa de un día al otro, pero para llegar a tener un verdadero país incluyente se están uniendo esfuerzos desde entidades como INCI y con nuevas políticas desde el gobierno.
Seguro que se llegará a que el lenguaje inclusivo en los medios de comunicación sea una realidad y se maneje en su totalidad. Que términos discriminantes como cieguito, sordomudo, enano o mochito no vuelvan a escucharse; que la concepción de que las personas con discapacidad no pueden ser autónomas o sobresalir en ciertas áreas, sea un recuerdo distante de una época pasada.
Adaptar el lenguaje no sólo beneficiará a la población con discapacidad, mejorará considerablemente al país, se fortalecerá el respeto, la amabilidad y sobre todo la imagen que se proyecta de cada uno y de la nación.
Este ejercicio no depende exclusivamente de los medios de comunicación, debe ser un esfuerzo en todos los espacios, desde el hogar y como enseñan los padres a sus hijos a referirse a las personas con discapacidad, a los profesores en las aulas, a los mismos compañeros de estudio; al incorporar un lenguaje inclusivo se reduce el matoneo, se reduce la discriminación y sobre todo, se rescatan valores como el respeto.
Muy bien lo dijo el filósofo británico Ludwin Wittgestein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente” que se podría interpretar como un mensaje al crecimiento, a la exploración; a medida que se crece y aprende se derrumban esas barreras que se han impuesto sin ninguna necesidad.
Y así, quedan dos acciones por hacer, seguir promoviendo y exigiendo el uso adecuado del lenguaje en los medios de comunicación, seguir alzando la voz para que la imagen de población no sea usada para generar lástima, que las mismas personas con discapacidad se muestren autónomas y capaces de llevar una vida perfectamente normal; segundo y para terminar, una reflexión para todas las personas ciegas, sus familiares y amigos, el lenguaje inclusivo empieza desde ustedes, úsenlo y foméntenlo.

Juan Esteban Gómez Ramírez
Asesor de Dirección General y Comunicaciones