Luna, ángel de cuatro patas que cambió mi cotidianidad

Fotografia Patricio de felipe con su perro guia
Numero edicion
Edición Número 78

¿Por qué decidí titular mi artículo con este adjetivo calificativo para Luna? Ella no es un ser humano, ella es una perra Golden Retriever que nació en Bogotá y desde el momento en que vino al mundo algunas personas supieron que su destino no era como el de cualquier perro. Su vida estaría destinada a ser los ojos de Patricio, que es quien está escribiendo estas líneas.

Desde mi infancia y gracias a la televisión pude saber de la existencia de los perros guía… El músico José Feliciano venía a los programa de los 80 en Argentina, acompañado de su perro guía, y según relatos de mi mamá, cuando tocaba el piano estaba acompañado de su perro echado a sus pies.

Pasaron los años y yo terminé mis estudios académicos obligatorios (Primario y Secundario) y mientras cursaba la Universidad en Buenos Aires se desarrolló el Primer Encuentro de Usuarios de Tiflolibros (biblioteca virtual para personas ciegas de todo el mundo), al cual, por tener un par de amigos que visitaron la ciudad, concurrí. Y más allá de conocer a algunos y reencontrarme con otros, hubo alguien muy especial que me acercó a vivenciar por un ratito la experiencia de estar acompañado por un perro guía.

Ana tenía a Mía y en medio de una excursión a la Biblioteca Argentina para Ciegos, Mía me proponía que, además de mi bastón blanco, estaban estos perros especiales que sorteaban los molestos obstáculos con los cuales siempre me chocaba. Recuerdo como si fuera hoy que Mía, con su cabeza, indicaba que podría sentarme en una de las sillas del auditorio donde después íbamos a disfrutar de una charla.

Pasaron cinco años y volví a encontrarme con Gladis, quien con su perro Tie me hizo caminar por la ciudad de La Plata para que sintiera la libertad y el viento en la cara, pero por pocos pasos y minutos.

Con estas dos experiencias tan peculiares y lejanas en tiempo y espacio, en mi corazón crecía el deseo de tener ese sueño de libertad, de tener una compañía, que por esos tiempos sentía tan imposible y lejana.

Luego de otros cinco años conocí a Maximiliano y Bandit, que vivían en Rosario- Santa Fe-, y con ellos la relación fue intensa y cercana. Maxi es ciego y Bandit era su perro guía, que había traído de Estados Unidos.

Con él y un grupo de usuarios de mi país reflotamos el tratamiento de la Ley de Perros Guía y de Asistencia en el Congreso, dando charlas de concientización, haciendo campañas, entre otras actividades por casi todo el país. Yo no tenía perro,  pero por estar cerca de Cris, Celeste y hasta Maxi sentía que sus perros eran un poquito mío. Ya que me dejaban cepillarlos y mimarlos un poquito, ya que mi ansiedad era muy grande.

En una de esas charlas conocí a Adrián Almasio, en la ciudad de Carmen de Areco. En una de las notas en la televisión nos había visto y organizó una charla para que su ciudad conociera la labor de nuestros perros.

Mi amistad con Adrián creció, ya que los dos teníamos el mismo deseo de tener nuestros perros guías y después de averiguar en los diferentes lugares, fuimos por nuestros sueños a Colombia.

Nuestro viaje no fue fácil, ya que tuvimos muchos contratiempos, en especial yo, por no tener trabajo fijo. Pero hoy, después de cinco años de haber pisado Colombia, conocer muchos amigos y sobretodo que Luna acompañe mis pasos, puedo decir que los sueños por más que se vean difíciles, con amor, mucho esfuerzo y complicidad de algunos amigos y familia pueden cumplirse.

Mis días ya no son monótonos y desgastantes, Luna siempre está al pie del cañón, firme para recordarme que la vida es un regalo y que pese a toda adversidad ella me da su amor, fidelidad, compañerismo y comprensión.

Mi agradecimiento eterno a quienes hacen esta labor tan loable para que muchas personas ciegas que, como yo, soñamos con nuestro deseo de libertad que hoy, en mi mundo, se llama Luna.

 

Por: Patricio de Felipe (Argentina)

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