Experiencia de Aprendizaje en Interacción Con Personas Con Discapacidad Visual.

Fotografía, Perro Guía
Numero edicion
Edición Número 91

Hoy es un lindo día, como todo, soleado y sin nubes en el cielo. El viento propio de esta época mueve las hojas de los árboles con tal fuerza, que muchas de ellas caen al suelo, formando una especie de tapete por las calles. Es temprano y ya he terminado el desayuno. No falta mucho para salir a la reunión de trabajo.

Me encanta caminar por la ciudad, sentir el césped aún con algo de rocío. El olor de los lunes, después de una pequeña lluvia, tiene algo que recorre todo mi cuerpo llenándome de energía.

Por la ciclo-ruta pasan veloces las bicicletas y las patinetas eléctricas, pero yo camino con paso firme y seguro, con mucho cuidado para evitar algún desnivel, hueco, charco, toda suerte de obstáculos propios de una ciudad como Bogotá. 

Cada esquina y semáforo demandan toda mi concentración. Esperar que los autos se detengan, para cruzar la calle. Voy despacio y con cautela mirando todo a mí alrededor.

Después de caminar por cerca de 30 minutos, la puerta de la Institución, está al doblar la esquina. Decido que es mejor subir por la rampa que usar las escaleras. Por fin, la puerta está justo al frente y de ella sale un hombre con uniforme que nos impide el paso y nos detenemos.

Con un gesto de su mano y un movimiento de su cabeza, nos señala que no podemos entrar. No entiendo el por qué, sólo veo que al hombre al que llaman “vigilante” dice que no se pueden ingresar mascotas. En ese momento, mi amo, compañero de vida, mi cuidador y casi un padre para mí, le explica que no soy una mascota: Soy un perro lazarillo y mi labor es asegurarme que las personas con discapacidad visual puedan movilizarse por la ciudad sin mayores contratiempos. 
Con un gesto de extrañeza en su rostro, se dirige donde una señora. No alcanzo a escuchar muy bien lo que hablan, pero regresan ambos ahora con una cara más sonriente.

Discúlpeme –exclama el vigilante- no tenía conocimiento de la situación. Ya puede seguir, la señorita los acompañará hasta su destino.

Acto seguido, continuamos nuestro camino hasta el escritorio de atención al ciudadano y luego donde el asesor de la Institución a la que visitamos, acompañados siempre de una joven amable y sonriente que nos lleva hasta el lugar donde esperaremos sentados mientras nos atienden. Ahora puedo relajarme un poco.

En muchos lugares nos sucede lo mismo, expresa Juan, al retomar la conversación con el hombre sentado al otro lado del escritorio. Es por el desconocimiento que tienen las personas de la labor tan importante que cumplen perros guía como Asahi  quienes en realidad, son nuestro mayor apoyo para adaptarnos mejor a la vida. Concluye mientras siento su cálida mano sobre mi cabeza.

Lo bueno es que eso está cambiando: ahora tenemos más oportunidad de educar a las personas sobre la labor de los perros lazarillos, ese importante papel que desempeñan y que además, se convierten en parte de nuestras vidas… y nosotros en la de ellos. 

Expresó Juan, mientras gira su cabeza para tratar de encontrarme. Aunque sé que no puede ver como observo yo las cosas, me satisface ver sus ojos, porque en ellos sobresale mi reflejo y sé lo importante que soy para él y él para mí.

A diario, cientos de personas con diversos grados de discapacidad visual, recorren nuestras calles, acuden a sus puestos de trabajo y se desenvuelven en una sociedad que no está adecuada para ellos. Sin embargo, se acomodan y adaptan a cada situación para vivir una vida tal cual, como cualquier otra persona.

En algunas oportunidades, el desconocimiento que hay sobre el tema de la discapacidad visual, hace que una simple actividad cotidiana como tomar un transporte público, realizar una operación bancaria, ir de compras, entre muchas otras, sea toda una odisea. 

La legislación colombiana, como la de muchos otros países, contempla artículos y leyes que incluyen políticas que pocos conocen o de las que no son bien informadas a la ciudadanía. 

Poco a poco las personas con discapacidad visual, han ganado terreno en este campo y han logrado que la sociedad comprenda mejor sus necesidades. En Colombia, no deben existir lugares que prohíban el ingreso de personas ciegas con sus perros lazarillos; desde las mismas entidades públicas se adelantan campañas para que las personas conozcan estas reglamentaciones y se acaten para beneficio mutuo.

Al mismo tiempo, se hace evidente un trabajo continuo y permanente como el que  viene realizando el INCI en convenio con diferentes entidades del Orden Nacional para “ejecución de los programas de integración educativa, laboral y social de las personas con discapacidad visual, el bienestar social y cultural de los mismos y la prevención de la ceguera en coordinación con los Ministerios de Educación Nacional y de Salud y Protección Social”.

Cabe aclarar en este momento, que la primera parte de este escrito –a manera de breve cuento- es totalmente ficticio y no refleja el comportamiento de la Entidad, ya que somos conscientes de la normatividad y velamos por la inclusión social de las personas con este tipo de discapacidad, con intermediación laboral y asesorías generales en materia de empleo, formación y emprendimiento.

No obstante, sirve de breve reflexión para que el lector analice si en su empresa, institución o entidad, acontecen este tipo de situaciones para que puedan implementar los correctivos y adaptar modificaciones tendientes a mejorar la calidad de vida de personas en condición de discapacidad, sea cual fuere.
 

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