Aprender para enseñar
La atención educativa de estudiantes ciegos y con baja visión demanda de los docentes el reconocimiento de las diferentes opciones disponibles para garantizar el acceso a la información que favorece la apropiación de conocimiento por parte de cada uno de sus estudiantes. Desde la atención a los niños y niñas en programas dirigidos a la primera infancia, hasta la atención a los jóvenes ciegos y con baja visión en educación superior, y en el marco de generar ambientes de aprendizaje en los que las individualidades de los estudiantes marcan la pauta a tener en cuenta, los docentes disponen de diferentes herramientas para hacer efectivo el derecho a la educación.
El punto de partida para atender a los estudiantes ciegos y con baja visión implica que los docentes evalúen su forma de comunicación con los estudiantes, ya sea en los grupos en los que se encuentran estudiantes con discapacidad visual, o en la atención uno a uno, la claridad a tener en cuenta está relacionada con la entrega de una información verbal clara, que les permita a todos los estudiantes construir conocimiento, y a los docentes propiciar un recorrido efectivo hacia el aprendizaje, en el entendido del reconocimiento de las diversas formas de aprender actualmente valoradas y reconocidas.
Lo anterior significa remover la primera barrera: la comunicación, un discurso en el que se apropien formas verbales claras y comprensibles que acompañadas o no de otras formas de comunicar (gestos, por ejemplo), aseguren a todos los estudiantes y en particular a los estudiantes con discapacidad visual el acceso a la información. En este sentido es fundamental tener en cuenta que estrategias básicas como la modificación de la forma como nos expresamos son imperativas en el ejercicio de la enseñanza.
Los docentes deben generar condiciones básicas para atender en contextos de equidad a los niños niñas, adolescentes y jóvenes ciegos y con baja visión. Por ello sumado a los ajustes en la forma de comunicarnos; existen múltiples formas y formatos, para favorecer el acceso al conocimiento y al aprendizaje además de los que tradicionalmente utilizamos, es importante valorar la necesidad de usar: textos en braille y/o caracteres ampliados (macrotipo), documentos accesibles en medio digital, materiales en relieve y/o alto contraste, modelos tridimensionales, información en audio o recursos didácticos audiovisuales con audio descripción, entre otros.
Los docentes deben elegir el material más apropiado no solo para la edad y nivel educativo de sus estudiantes, materiales que responda a sus habilidades y necesidades individuales. Además de los formatos y materiales elegidos, y a medida que se gana experiencia en la atención de los estudiantes ciegos y con baja visión, es fundamental monitorear el uso e interacción que hace el estudiante con los materiales ya que estos pueden requerir el acompañamiento inicial para lograr el verdadero aprovechamiento de estos y en consecuencia, la construcción de conceptos por parte del estudiante. Es a través de la interacción, el trabajo cooperativo guiado por el maestro y el trabajo entre pares, como todos aprendemos y los maestros enseñamos.
De seguro no nos estamos apartando de la labor que implica enseñar: planear, observar, preparar, reconocer en cada estudiante sus potencialidades y sus formas de aprender; enseñar a los niños niñas, adolescentes y jóvenes con discapacidad visual, sin duda favorece la atención de todos los estudiantes y la construcción de comunidades educativas respetuosas de las individualidades de los sujetos y garantes de sus derechos.